Frieren, la extranjera

“Respondí que nunca se cambia de vida, que en todo caso todas valían igual y que la mía aquí no me disgustaba en absoluto”.

Albert Camus

Desde un punto de vista práctico y un poco deprimente, la vida es una repetición constante hasta que se detiene abruptamente. Despertar, bañarse, comer, ir a algún lugar a cumplir con un objetivo o de plano no hacer nada, llegar a casa, quitarse los zapatos, dormir. Una repetición que en nuestro contexto capitalista, sólo se ve interrumpida por los fines de semana que se manifiestan como una breve espera hasta la llegada del memeable lunes; cuando todo se repite. Esto me hace pensar en el verdadero objetivo de las acciones, o mejor dicho, en que el sentido de la vida misma sólo puede enmarcarse bajo el absurdo: si ya sabemos que, o se va a terminar o se va a volver a iniciar, entonces, ¿para qué hacerlo? Andamos existencialistas, por lo que me puse a pensar en lo que alcanzo a entender del concepto de la repetición de Kierkegaard, un filósofo a quien casi no he leído, pero cuya idea sobre ese ciclo de acciones, en algún momento me causó bastante emoción, y claro, pesadez.

Según recuerdo, para Kierkegaard, la repetición no se refiere simplemente a la repetición de eventos o acciones en el sentido literal, sino que se sumerge en la esencia de la existencia humana, donde la vida se puede vincular con lo eterno y con el concepto de los divino (recordemos que Kierkegaard era también teólogo). Repetir es algo así como renovar constantemente la relación con esa eternidad que no llegará, algo que se sumerge en la memoria como una herramienta para recuperar lo que está pasando constantemente, puesto que lo real nunca se detiene. Esto, claro, sin entrar en el concepto de la reminiscencia como ese regreso a un tiempo primordial de una eternidad pasada. Bastante complicado para mí, sin embargo, se alcanza a entender que es la memoria la representación de la realidad mientras que el recuerdo «es siempre reflexivo» (Kierkegard, 2009, p. 31), pero no es ‘novedoso’. Sugiere que la repetición auténtica implica una renovación constante de la relación del individuo con lo eterno a través de la elección consciente y la acción responsable, o sea, que la repetición no es simplemente repetir lo mismo una y otra vez, sino encontrar un significado más profundo en las elecciones y acciones diarias, y, supuestamente en la propia existencia humana.

¿Será algo así como el eterno retorno de Nietzsche donde todo lo que ha ocurrido, está ocurriendo y ocurrirá, se repetirá ad infinitum en un ciclo eterno?

En fin. En ese sentido, esa repetición, más allá de los lugares comunes, se «repite» en muchas obras. Pienso por ejemplo en Cien años de soledad, de García Márquez, donde a los Buendía no les fue tan bien resolviendo pendientes por lo que se sugiere que cada ciclo se va repitiendo con la imposibilidad de escapar al destino, o mejor dicho, de escapar a la condena; o en El Extranjero de Camus, donde el absurdo (o más bien, el fenotipo víctima de la modernidad) Meursault, nos pone existencialistas sobre el sentido de sus acciones y de las otras personas; o en La insoportable levedad del ser de Kundera, que básicamente es una novela donde los personajes repiten patrones de comportamiento y reaccionan de manera predecible ante ciertas situaciones, lo que da lugar a una sensación de repetición en sus vidas.

Hablando de Kundera, está La Inmortalidad, donde, además de la joya de descripción de la relación de Agnes con la alberca y el agua, recuerdo mucho el diálogo entre Goethe y Hemminway: «La inmortalidad es el juicio eterno», cuando se quejan de que la humanidad no los deja descansar porque siguen hablando de ellos, ya no solamente leyéndolos, sino que escribiendo y criticándolos; en fin, otra repetición como la de Kierkegaard, o mejor dicho, el eterno retorno que no deja de torturarlos.

Pero bueno, mi punto para este breve texto es que acabo de ver un anime que me ha dejado pensando en el sentido de las cosas y las acciones y en lo tonto que a veces resulta clavarse con el sentido de la existencia (Oh, no, la Tentación del existir de Cioran… Mejor no vayamos por ahí). El anime en cuestión es Sōsō no Frieren (Kanehito Yamada y Tsukasa Abe, 2023), que me resultó como 28 cuchillos clavados en todo el cuerpo (es que la animación es de 28 capítulos), que, aunque se comenzó a transmitir en 2023, no fue sino hasta esta Semana Santa de 2024 que tuve la chance de verla completa, casi toda en español y los capítulos finales en japonés (porque Crunchyroll). Para aclarar, sólo hablaré de la animación, no del manga.

Frieren, para la banda, es una elfa inmortal que lleva utilizando la magia durante sus más recientes mil años para enfrentarse a los demonios que torturan su mundo (un continente que por cierto se parece a Westeros). Pero lo importante para que me acordara de la repetición, es que ese mundo está habitado en su mayoría por seres no inmortales, claro, entre otros seres fantásticos (fantasía medieval), lo que de entrada aborda el significado del tiempo cuando no puedes perderlo o cuando sí puedes hacerlo.

Hablar de la sinopsis o la historia me resulta un poco repetitivo (valga la palabra) con muchos otros textos o videos, pero hay que ponerlo porque es de las cosas que resaltan en la estructura de la obra. En Frieren se supone que ya ha terminado la historia, es decir, que la gran acción de los personajes principales, el grupo de héroes, ha sido lograda y ya todo el mundo vive el obtuso ‘felices para siempre’. Sin embargo, para la elfa, ese ‘para siempre’ no puede imaginárselo como otra cosa que no sea un día más en su vida inmortal. La historia nos cuenta que este grupo de héroes (donde se incluye Fieren) han derrotado al Rey Demonio después de una aventura de 10 años de sur a norte. De esta victoria han pasado 80 años cuando el líder del grupo (Himmel) muere, y a la elfa le cae el veinte de que ella es inmortal, pero el resto de personajes no.

Esa es la primera de las 28 cuchilladas que invitan a reflexionar sobre el significado de la vida, el libre albedrío, la empatía y la naturaleza del tiempo. La estructura de la obra parece en primera instancia una repetición a gran escala, ya que se plantea que Frieren básicamente se encuentra nuevamente en una aventura a conquistar con un grupo de personajes, lo que de entrada me hace pensar en la repetición como recuerdo y la repetición como construcción. De hecho, a decir de Kierkegaard «Repetición y recuerdo constituyen el mismo movimiento, pero en sentido contrario (Kierkegaard, 2009, p. 27), el recuerdo es un movimiento hacia atrás, mientras que la repetición, no solamente es hacia el futuro, sino que incluso, si es auténtica, dice el filósofo, representa el camino hacia la felicidad (p. 31).

Entonces, aunque en ese primer capítulo, la memoria a su historia pasada se presenta como un recuerdo desde el arrepentimiento de no haber aprovechado o disfrutado mejor a sus compañeros, la obra completa no se centra en el arrepentimiento. Sí, los recuerdos en Frieren son parte de los cimientos de la obra porque miran hacia el pasado, pero el argumento está basado plenamente en la repetición auténtica ya que el recuerdo aquí tiene esa función de alimentar su futuro, al menos el inmediato.

La obra expone como premisa principal abordar lo que ocurre una vez que concluye ‘el viaje del héroe’ que propone Josep Campbell en su libro El héroe de las mil caras (1949), como una estructura narrativa que va de un punto a a un punto b, la partida del héroe de su mundo cotidiano, su enfrentamiento a desafíos y pruebas, y finalmente su regreso transformado con un nuevo conocimiento o don para compartir con su comunidad, sin embargo, para Frieren esta transformación no sucede cuando triunfan contra el Rey Demonio, sino que comienza en el momento en el que la protagonista se da cuenta de que el tiempo de esa aventura sí fue significativo y no sólo se trató de un efímero lapso de tiempo en la escala de su vida inmortal.

Pensando en que, para Kierkegaard la repetición nos ofrece la esperanza de que nuestra existencia aún está abierta a nuevas posibilidades; lo efímero de los acontecimientos de aquel ‘viaje de la heroína’ resultan en los recuerdos que a futuro podrían enmendar el presente, integrándolo. Así, en el momento en el que la elfa toma consciencia de ello, deja de estar estancada en la sensación de lo efímero para hacer un salto de fe, aquella excusa espiritual para darle un sentido al sinsentido de la vida y de la repetición, pero en este caso, aquel salto de fe es en realidad la empatía.

A lo largo de la obra, se entiende que Frieren parece estar totalmente distante de las emociones de los personajes que la rodean (de hecho el nombre es la palabra en alemán que se refiere a congelar o frío), sin embargo, a su manera, resulta entenderlos cabalmente aunque no se exprese como ellos quisieran para sentirse valiosos; entonces, es una empatía parece solo comprender ella.

¿El sentido de la vida está en la empatía? Ahora que lo pienso, el personaje de Frieren es parecido a Meursault (El extranjero). Ambas historias ‘comienzan’ con la muerte de un ser querido y narrativamente sería la única similitud, pero justo ahí comienzan algunos paralelismos. Por ejemplo, Meursault, experimenta una profunda sensación de alienación y extrañeza frente al mundo que lo rodea, del mismo modo que la elfa se siente desconectada de la sociedad humana, siendo que a ambos personajes no les interesa mucho encontrar esas conexiones, o mejor dicho, no les interesa que el resto de las personas entiendan su forma de ver la vida o de sentir empatía.

Frieren, en contraposición con Meursault, no acepta la realidad en un sentido nihilista, sino que la confronta la repetición y lo absurdo a través de su propia escala de valores, donde la novedad radica precisamente, como dice Kierkegaard, en otorgarle un sentido a los nuevos acontecimientos a través de la rememoración de situaciones similares, por lo que, a mi parecer, resuelve como un personaje que no se arrepiente de los momentos perdidos porque no volverá a perdérselos.

Tanto Frieren como Meursault, son personajes que se encuentran solos. Una por la aparente falta de empatía, el otro por la falta de sentido ante los convencionalismos sociales. Sin embargo, son las muertes lo que detona en ambos la discusión sobre la repetición, lo absurdo y la vida. Como ya lo dije, en Frieren, al fallecer Himmel el héroe, la elfa estalla en llanto y comienza a arrepentirse de no haber comprendido, empatizado o interesado lo suficiente con él y el resto de los mortales, por lo que en la obra se nos plantea como un punto de no retorno y más bien de repetición auténtica que se verá en su nuevo viaje al norte, ahora, para encontrarse con los muertos. Para Meursault, no es la muerte de la madre la que si quiera lo conmueve, de hecho, en realidad es condenado a muerte por no haber derramado ni una sola lágrima en su funeral; sin embargo, el recuerdo de su madre, viva y muerta, provoca en él, el reconocimiento de su propia felicidad justo en el preámbulo de su ejecución, deseando en la última frase del libro un tipo extraño de vinculación con la gente: “Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me quedaba esperar que el día de mi ejecución haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio”.

Ese deseo de no terminar solo, me parece que, aunque estén motivados por distintas sensaciones, son los puntos de inflexión para ambos personajes, entonces esa lucha por reconocer los recuerdos y la repetición como una forma para no caer en una amarga soledad, es el propio sentido, la colectividad y la empatía.

Volviendo con Camus y el absurdo, pienso en el mito de Sísifo, quien fue condenado a subir cuesta arriba una piedra por toda la eternidad. En su libro (1942), Camus nos plantea que esa es la repetición que mejor demuestra lo absurdo de la vida y su sinsentido, cuestionándose si el suicidio sería esa salida al absurdo. Y claro, nos responde plenamente que no, pues eso significaría el mayor absurdo, el interrumpir una vida que de todas formas será interrumpida; por lo que la aceptación del absurdo es en esencia el propio sentido, porque esa aceptación como acción humana es la consecución de acciones para enfrentar a la realidad, la búsqueda del sentido es el sentido mismo en ese absurdo, y así lo vemos en Frieren.

Frieren es una extranjera contemporánea porque está sola, pero es una extranjera que en medida de sus propios aprendizajes no se estanca en los recuerdos, sino que busca una especie de redención con aquellos que ya murieron a través de la empatía que siente con sus nuevos compañeros de viaje, es decir, el absurdo en la vida de Frieren tiene sentido porque lo acepta y en esa reflexión busca cambiar la realidad que la contiene, sin importar que los nuevos lazos que va estableciendo se vayan a perder por la muerte, sino por el mundo que ayudó y ayuda a construir diariamente.

Es por ello que esta obra es una secuencia de reflexiones dolorosas sobre los recuerdos o el arrepentimiento, pero no dolorosa en un sentido triste, sino como un ejemplo de resiliencia al que muchos nos gustaría aspirar. Frieren es extranjera a nosotros mismos, que miramos como la aspiración a recuperar de una forma consciente aquellas acciones, relaciones o momentos pasados como una forma de construir la aventura diaria de lo absurdo. Faltaría hablar de otros personajes, pero me quedo con la idea de que admirar esta obra de animación es una forma de resistir ante lo absurdo y proponerse un salto de fe.


Bibliografía

  • Camus, A. (2015). El extranjero. Chile: Grupo Planeta.
  • Camus, A. (1942). El mito de Sísifo.
  • Kierkegaard, S. (2009). La repetición. / Temor y temblor. Madrid: Trotta.

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